En el municipio San Francisco (372 km2 y 5.700 habitantes), en compañía de 17 buenos amigos y caminantes, salimos desde la vereda Farallones, a 1.160 m.s.n.m., siempre en las zonas de vida bp-PM (bosque pluvial premontano) y bmh-T (bosque muy húmedo tropical), cruzando áreas de bosque natural tropical con aperturas de campesinos locales para convertirlas en pastos y ganadería, descendiendo hasta el río Santo Domingo, caudaloso, impetuoso, a 590 m.s.n.m.; allí pudimos observar, con la tecnología minera más artesanal otrora existente, un habitante local y su joven hijo miniando oro de las orillas del río: se escarba a pico y pala el barranco de la orilla, donde el río en sus crecientes deposita pequeñísimas partículas auríferas, se coloca esta tierra-arena en una canaleta con malla a borde de río, y con una coca plástica desechable se lava poco a poco la tierra y las arenas invaloras para lograr en una jornada diaria de trabajo medio gramo de oro: el jornal de un día, aproximadamente $60-70.000 para cada minero.
Si el río no está en creciente es posible bañarse y nadar en algunos anchos, con cuidado, sin dejarse llevar por la fuerte corriente central del río, que entonces te llevará a rápidos y caídas rocosas.
Se cruza el puente El Suspiro, puente colgante, piso de madera, condiciones selváticas, bella vista sobre el río, para iniciar un ascenso por área de bosque primario hasta alcanzar los 1.150 m.s.n.m.; allí se encuentran, entre gigantescas y boscosas montañas, parcelas de campesinos ´colonizadores´, gentes locales que, con la ilusión de tener lo propio, una tierra-finca para su sustento de vida, han construido una vivienda sencilla de madera y zinc, y han cambiado algunas hectáreas de bosque original por pastos, pastos bajos de baja productividad, pues estos climas muy húmedos y geologías de cuarzodiorita sólo generan suelos lavados y pesados; la economía familiar rural se restringirá al crecimiento mesurado de tal vez cinco reses, tal vez diez en el mejor de los casos, y una vida alejada dos a cinco horas a pie, ó en mula, del casco urbano. Todo esto es ejemplo viviente de la colonización que por muchísimos años ha existido en Colombia en las montañas y territorios en zonas muy húmedas tropicales, y que desafortunadamente han sido implacablemente afectadas por fenómenos de violencia rural.
Después de algún recorrido cruzando parcelas campesinas, descendemos nuevamente al río Santo Domingo en el puente La Florida (ó De Los Encuentros), justo después de la desembocadura del río Melcocho, para iniciar un ascenso fuerte, por el ´camino´ que quizás fuese un carreteable en algún tiempo pasado, cuando con maquinaria, pero sin ingeniería alguna, se socavaron las montañas: oh ilusiones y recursos perdidos en tantos intentos de infraestructura barata en estos climas y geologías !.
Se puede llegar entonces al final del recorrido de 18 km en paz con el clima, pero nunca se está exento de un aguacero absolutamente torrencial, como el que nos acompañó en esta tarde-noche: llegamos al pueblo para ver que verdaderas cascadas caían de los techos, durante horas enteras.
Gracias a Aventura San Francisco por esta oportunidad tan especial de visita a bosque tropicales primarios, a esta zona riquísima en aguas, y esta Colombia rural a lo antaño.